6.3.07

Cuarta parte de la historia

Te vas a la cocina y te sirves una generosa ración de whisky. No puedes seguir así y lo sabes perfectamente, te vas a volver loco o al menos eso empiezas a creer mientras se te escapan las lágrimas y el aire entre los dientes, desesperado. ¡Qué curioso! ¿te das cuenta de que cuando necesitas llorar mucho en realidad lo que estás necesitando es una válvula de escape para que se escape el aire? Pues vaya cosa. Si te fijas bien, cuando no puedes aguantarte la risa inoportuna (Un entierro, una misa, una clase) es lo mismo, abres la boca y dejas que el aire se vaya. ¡Qué alivio! Adiós risa. Adiós llanto.
¿Y qué se supone que haces ahora?, ¿Juegas con el hielo a hundirlo y soltarlo? ¡Lo que hace el no querer, o no poder pensar! A mí me pasa lo mismo, cuando tengo que serenarme decidir algo importante: me dedico por entero, en cuerpo y alma y con verdadera afición, a los actos más banales, ¡qué sé yo!, a pasarme la punta de la lengua por el diente astillado, o a morderme alguna uña sabrosona con cierto asco no exento de ritmo, por ejemplo. Pero yo creo que todo el mundo hace lo mismo para aliviar las tensiones, porque cuando estamos solos con nosotros mismos todos somos un poco idiotas ¿verdad?
De pronto crees oír un ruido fuera y te pones en guardia, miras hacia el jardín pero desistes enseguida, ni siquiera das la luz del porche.Y ahora te voy a contar algo que no sabes, en realidad ni lo sospechas: si hubieras encendido la luz del porche en ese momento yo no estaría, créeme, hablando (o lo que sea que esté haciendo) contigo ahora. Si hubieras encendido esa luz habrías visto unos ojos verdes y vivos mirándote. En realidad te faltó muy poco para resolver el enigma. A lo que iba, aquella sombra estaba aliviadísima de que no lo hubieras hecho, me refiero a encender la luz. Esa noche se había arriesgado demasiado y te había faltado poquísimo para verla. ¿No la recuerdas? ¡Que sí, coño, créeme!, era otra vez Lola. No le había costado demasiado encontrarte, seguirte y colarse de nuevo en tu casa y en tu vida. Hay gente que no soporta el rechazo, deberías saberlo por experiencia, sí, tú mismo eres uno de esos que no lo soporta, pero al menos lo llevas con cierta dignidad, o eso crees.