28.11.05

La tercera parte de la historia triste

(Si no has leídos las partes anteriores, la primera puedes encontrarla en los archivos de octubre y la segunda en los de noviembre)

Capítulo 2
ÉL – TÚ MISMO

Otra noche más él – tú – te despiertas sudando como un pollo y muerto de miedo. Cuando logras controlar los latidos de tu corazón han pasado bastantes minutos, demasiados, y te levantas de un salto de la cama. Puedes sentir el cuerpo tibio de la chica que está a tu lado y estás tan asustado que por un momento no tienes conciencia de quién es la chica. ¡Desde luego que estás aterrado! pero, ¿hasta el punto de no reconocer la lenta respiración de tu novia, con la que vives desde hace varios meses, dormida?, ¡no me puedo creer que estés cagado hasta ese punto!, ¡malditas pesadillas!, juras no volver a cenar ni a beber por la noche, luego no sabes muy bien por qué estás rezando, pero lo haces con verdadera devoción.
Cuentas hasta diez al principio, luego hasta cien y cuando vas par cuatrocientos y pico y notas como la respiración vuelve a la normalidad te levantas de un salto, apartando de un tirón la ropa de la cama, y te vas tropezando con el sillón hasta el cuarto de baño.
Al encender la luz casi se te para el corazón de la impresión que te produce la imagen que ves en el espejo, estás sangrando ¡pobre! Además, tienes un moratón en el pecho que no habías visto antes. Con la cara de idiota que tienes en ese momento y sangrando te recuerdas a un”ecce homo” pero, ¿de qué herida estás sangrando? Cuando te lavas la boca puedes ver que te has mordido el interior del labio de abajo y te has hecho un profundo corte del que ahora empieza a dejar de manar sangre después de ponerte perdido ¡qué escandalosas son las heridas en los labios!, cuando te fijas atentamente deduces que esas huellas no pueden ser tuyas, los dientes son mucho más pequeños. Al principio piensas que ha sido Marta pero lo descartas enseguida cuando notas que las paletas que te mordieron están bastante separadas y no cuadra ni con los dientes de Marta ni con los tuyos.
Enseguida piensas que te has pasado de escuchar esos programas de parapsicología que echan cada la madrugada en la radio y asocias los dientes con un vampiro con enormes incisivos en lugar de colmillos. Luego, pronto, te das cuenta de lo estúpido de tu conclusión, decides que has sido tú mismo el que se mordió, o Marta, o…

16.11.05

Sigue la historia triste (o no)

Paseaste los ojos lo más rápido que pudiste – en realidad fue muy lento, te lo digo porque te vi hacerlo segundo a segundo - por la habitación y comprobaste que estabas sola en una gran sala, te quedaste como hipnotizada mirando un monitor atentamente, como si pudieras entenderlo – algo recordaste de aquel colgado que te daba clase de Matemáticas en el instituto – Dios, el instituto, ¿cómo te puedes acordar de algo tan lejano cuando tienes tanto en qué pensar? – Pues eso, (Seguro que ya se murió de viejo, me refiero al profesor) te hablaba de las series de Furier, o algo así, de que las constantes vitales de la gente daban gráficos de una de esas series en los monitores….pero apenas podías recordar nada más - ¡Qué tío más raro, ahora que lo dices!. Cuando por fin recabaste toda la información necesaria – es decir ninguna – estuviste en condiciones de afirmar sin ningún género de dudas que estabas muy sedada – llevabas años sin beber así que se podía descartar la borrachera – y que estabas conectada a un respirador, cosa que te dio el correspondiente pánico aunque increíblemente no te apetecía vomitar a pesar de tener un tubo metido hasta ni se sabe donde. Así que decidiste que todo era una mierda y apenas tardaste unos minutos en dormirte.
De pronto notaste como una mano te cogía tu mano derecha, la notaste tibia y agradable, te apretaba. ¡Pobre diablo, estabas tan asustada!. Vi como intentabas abrir los ojos – de hecho pudiste abrirlos durante un segundo, créeme – pero no pudiste ver nada y te dormiste de nuevo.
Y ahora es cuando Ella – Tú misma, pierdes el hilo de todo. En este momento ya no sabes si estás muerta, drogada, borracha o simplemente soñando. Y ahora precisamente es cuando yo, narrador compulsivo y sólo discretamente omnisciente, paso a contarte cómo te lo pasaste de bien en aquellas mini-vacaciones pagadas por gracia del maldito señor páncreas. Junto a ti oíste un rumor muy fuerte, como a estas alturas no podías abrir los ojos hiciste lo más lógico del mundo: gritar con todas tus fuerzas o intentarlo sin éxito al menos, pero con verdadera necesidad de decir que estabas aquí. Ya no oías el bip … bip … junto a tu cama, ni el ruido sordo del respirador, te sentías bien pero no podías moverte, ni siquiera recordabas cómo había que decirle al cerebro que le dijera al brazo, a la pierna o a la garganta que qué coño, que querías decir cosas, que allí estabas tú fuerte y rota ¿sabes ahora que estás fuerte?, ¿sabes a estas alturas quién coño eres?, ¿de verdad quieres hablar?, ¿a quién quieres hablarle si no te conoces ni a ti misma ni, por supuesto, a nadie?

¿SEGUIMOS CON LA HISTORIA O LA DEJAMOS DESCANSAR?